sábado, 16 de noviembre de 2013

[Cine: Ciclo Aronofsky] Pi, fe en el Caos.

Con la entrada de la semana pasada sobre  El Cosmonauta me he animado a seguir escribiendo sobre cine semanalmente, y para organizarme un poco iré hablando director por director cada filmografía (o eso intentaré). Y quién mejor para empezar que Darren Aronofsky, del que realizamos algunos compañeros un análisis sobre su filmografía el pasado curso.

La opera prima de Darren es un cortometraje que refleja, enlazando toda la trama entorno al número pi, la presión de la sociedad sobre la búsqueda del máximo conocimiento, y tratando la realidad de la incultura de la sociedad y una división interna del personaje entre el egoísmo y  la ignorancia. Toda una obra maestra que os pongo a continuación.


Perdón por el chistaco, pero el otro día vimos este cortometraje en clase de Producción Audiovisual y no he podido resistirme.

Chistaco aparte. Pi: Fe en el Caos (o simplemente Pi) es la opera prima de Darren Aronofsky. Es una película estrenada en 1998, con un presupuesto ridículo de 60.000 euros (si lo comparamos con los presupuesto que se manejan en la industria del cine, y más aún en la hollywoodiense) y rodada en blanco y negro. 
 La película trata de trata de Maximillian Cohen: un matemático judío muy reservado y paranoico que cree que toda la naturaleza puede ser representada mediante números. La ambición de Max es descubrir un modelo matemático de la bolsa a través de cálculos y programas propios que introduce en su ordenador Euclides. La búsqueda de Max se convierte en una obsesión y un ambición asfixiante por alcanzar el conocimiento supremo, búsqueda que se ve agravada por la presión de diversos colectivos (estudiantes de la Torá y empresarios importantes) que se interesan por un misterioso número que el ordenador Euclides le da a Max tras fundir el ordenador y tener un error de software.

A nivel de guión no me parece una película atractiva, aunque tenga una premisa peculiar. Los puntos fuertes de Pi son: su fotografía, su fuerza visual y la construcción de su protagonista.


Al igual que muchos otros autores, como David Lynch, Aronofsky rodó Pi en blanco y negro. Quizás fuese por ahorrar dinero, teniendo en cuenta el bajo presupuesto, pero aún así cuenta con una fotografía muy cuidada. Estando la dirección de fotografía a cargo de Mathew Libatique (quién acompañará a Darren en casi toda su filmografía). También se hacen de notar los planos secuencia (tan presentes en la filmografía de Aronofsky) que contrastan con el montaje acelerado y asfixiante de otras secuencias, los planos secuencia se realizan (en este caso) mediante la técnica de la Snorricam: la cámara se sujeta a un objeto o al cuerpo del actor enfocándole directamente a la cara. Con esta técnica se consigue que el objeto o el personaje se mantenga quieto mientras el fondo se mueve (por ejemplo, puede apreciarse en muchos planos de la serie Breaking Bad).
 (Pruebas con la Snorricam en el rodaje de Pi)
 El montaje de la película es un contraste entre escenas abrumadoras y rápidas, con muchos cambios entre planos detalle y con muchos efectos sonoros secos y molestos zumbidos (a lo que hay que añadir la caótica banda sonora compuesta por Clint Mansell), y secuencias lentas con planos secuencias y una narración en off del protagonista. Un contraste entre el cuerpo y la mente, el dolor y la felicidad. Y es que Aronofsky desde su opera prima tiene las ideas muy claras y construye un protagonista prototipo que repetirá en todas sus películas con diferentes conflictos.




Un prototipo de protagonista muy específico: una persona obsesionada y frustrada, obsesionada con la perfección o con alcanzar lo imposible y frustrada por no alcanzarlo, por errar y por ser débil. ¿Débil? El humano es débil, es corporal, y los protagonistas de Darren quieren ser perfectos o tener una vida (para ellos) perfecta; quieren ser como Dios o alcanzar un estado lejos de las ataduras de la condición humana. Y por eso se autolesionan, tienen cicatrices o arañazos, tienen cuerpos enfermos y dependen de medicamentos o drogas. 

Entender Pi (o entender a Aronofsky) pasa por entender el contraste: alma-cuerpo, lento-rápido, relajante-asfixiante, placer-dolor, dios-hombre, negro-blanco. 

Simplemente me FASCINA la manera de este hombre de mostrar un conflicto tan profundo, psicológico y personal, como es la propia identidad del ser humano y toda la reflexión sobre la condición humana en contraste con la perfección divina, en la gran pantalla y de una manera tan visual y tan innovadora. Simplemente me fascina. Y que, aunque haya pulido el estilo más independiente de Pi hasta llegar a un estilo más convencional (aunque todavía particular) como el de Cisne Negro, se mantenga en su línea temática y cree conflictos profundos y personajes frustrados y perfeccionistas. 

¿¡ A qué estás esperando para ver Pi, maldito!?

Un Saludo, Víctor R.

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